domingo, 18 de abril de 2010

Sant Jordi, la auténtica Diada de Cataluña

Cuando hablamos sobre fiestas y tradiciones, cuando se nos pregunta que destaquemos una fiesta entre las fiestas, a todos los catalanes nos viene a la cabeza el día de Sant Jordi.
Es un día realmente de orgullo, una alegría compartida, que desde primeras horas de la mañana, hacen que nuestras calles respiren otra sensación. En cualquier rincón de la ciudad, vendedores ambulantes ofrecen bellas flores, y nos cuentan cientos de motivos para regalar rosas o libros a nuestros seres más queridos. Calles engalonadas, plazas decoradas, avenidas abarrotadas, hacen de esta celebración y de Cataluña un lugar especial, un lugar de fantasía rosada y de cuento literario, donde la vida es de otro color.

Sin embargo, la Cataluña real vuelve justamente al caer la noche. Los puestecillos de libros van paulatinamente recogiéndose. Las vendedoras de rosas van apagando sus luces, y la oscuridad retoma poco a poco la ciudad. Estamos en la Cataluña que sufre dramáticamente los efectos de la crisis económica, la cual se ha cebado especialmente con más de medio millón de catalanes que no tienen trabajo y ni una oferta de empleo sobre la que soñar esperanzados. A la Cataluña real no le interesan las embajadas en Nueva York o Berlín, no le gusta que se esfume nuestro dinero en informes copiados por Internet, o en coches de alta gama para los políticos que se llaman de izquierdas, los que combinan la chaqueta de pana con Audis lujosos, los que apuestan por la persecución del castellano e imponen multas lingüísticas a aquellos que piensan diferente.
La culpa de la crisis de Cataluña y de la falta de empleo, la culpa de tener tantos peajes, de la falta de inversión o de que cuando llueva se colapse toda Barcelona, no la tienen los ordenadores de los colegios de Extremadura, ni las autovías en Andalucía, ni que Madrid o Valencia no tengan Impuesto de Sucesiones. La culpa, es sin duda, de la poca seriedad de los políticos que gobiernan Cataluña, del poco amor que le tienen a una tierra que tanto les ha dado, y que poco ha recibido de ellos.

¿Por qué no se cuenta que el Ejército Español ha tenido que venir a ayudar a cientos de personas por las nevadas caídas en Girona? ¿Por qué la Generalitat permitió que miles de catalanes quedásemos atrapados en las carreteras cuando se conocía de antemano lo que iba a pasar? ¿Por qué el Presidente Montilla no se planta ante Zapatero para reclamarle que no se suba el IVA en julio?

¿Qué pasa cuando el Parlament de Cataluña pierde su tiempo en debates que no toca como las veguerías o los toros, en lugar de debatir propuestas y soluciones para nuestros ciudadanos? ¿Qué pasa cuando lo que prima es el poder y se pacta con quien sea a cualquier precio? Lo que pasa es que pierde Cataluña y perdemos todos. Ahora, más que nunca, los políticos deben ser serios y comprometidos. Ahora, se pone de manifiesto, si quienes están al frente serán o no capaces de Cataluña y España, vuelvan a ir bien.

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